20 de mayo de 2016

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Viernes 20 de mayo de 2016. Acabo de volver de la 21° Marcha del Silencio. Es la segunda a la que voy ya, el año pasado fue la primera y me tocó en lo profundo de mi alma ver aquellas fotos siendo llevadas por viejitos que están en sus últimas vueltas, y mucha pena verlos a ellos. ¿En qué estamos fallando como sociedad?¿Por qué no podemos dar de una vez por toda una respuesta a dichas personas?
Enfrenté a la marcha por el medio de 18 con mi hermana, buscando alcanzarla antes de la intendencia, y no pude contener las lágrimas. Una impotencia que no he sentido muchas veces más en mis cortos 19 años. Empezamos a avanzar junto con la multitud, en silencio, o al menos esa era la consigna que unos cuantos no pudieron respetar. Yo creo que la cara de la gran mayoría de la gente solo transmitía un mensaje: Tristeza. Miré a un par de personas con esos carteles que avanzaban adelante de la marcha, me miraron a los ojos, y con esa acción nos comunicamos tantas cosas. Espero que hayan entendido mi mensaje de acompañamiento hacia ellos. No están solos.

Avanzamos. Los nombres empezaron a ser recitados por esos altavoces verdes que se encuentran por las columnas de la vena principal de Montevideo. Muchos nombres, muchas historias inconclusas, muchas familias adoloridas por escuchar dichos nombres, muchas personas que no encuentran consuelo alguno porque su pueblo no quiere dárselo.

Cuando enfrentamos la Intendencia y la pantalla del IMPO con esas imágenes de las personas que recitaban, noté que delante mío caminaba un hombre retacón junto a su señora de la misma altura. Ese gordito bajo no era otro que José Mujica. En el día de su cumpleaños. Vi la expresión de su rostro y no era otra diferente a la de la inmensa mayoría que recorría la avenida. Debe ser duro escuchar nombres de algún que otro amigo, colega o compañero de vida que fue privado de ese derecho a la vida por parte de gente de mierda que le hizo un daño inmenso a la sociedad.

Ya llegando a la Cagancha, la marcha se detuvo para permanecer quieta y en silencio durante un gran rato. Sonó el himno, eso que quizás nos une a la mayoría, inclusive a los que hoy deberían revelar todo lo que saben sobre el paradero de los desaparecidos pero una gran cobardía se los impide, me atrevo a decir que dicha gente no va a tener perdón de Dios por lo que ha hecho y eso me da paz en cierta medida. Nos une el himno, si, pero hay una estrofa que cuando la escuchan, se sienten solos y nosotros más unidos que nunca: "Tiranos temblad". La lucha no terminó, la herida sigue abierta. Precisamos VERDAD Y JUSTICIA YA. Con los desaparecidos en el corazón, y con el corazón en el futuro.

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